jueves, 6 de octubre de 2011

Mi encuentro con los dominicanos de Europa. Por Hipólito Mejía

Acabo de regresar de un recorrido de 17 días por las ciudades europeas que concentran el mayor número de inmigrantes dominicanos. En España, he estado con ellos en Madrid, Valladolid, Palma de Mallorca y Barcelona. También los he visitado en Milano, Florencia, París, Ginebra, Zúrich, Ámsterdam y Rotterdam. Paralelamente recibí comisiones en representación de otras muchas localidades europeas, entre ellas de Alemania, Eslovenia, República Checa y Austria.

Este intrincado periplo tuvo como objetivo primordial, por supuesto, motivar los votantes dominicanos a ejercer el sufragio en las elecciones presidenciales de mayo próximo, y hacerlo en beneficio de la propuesta del Partido Revolucionario Dominicano, que encabezo junto al licenciado Luis Abinader.

Sin embargo, nuestro esfuerzo carecería de objetividad si no hubiera estado acompañado del diálogo llano y sin ambages que he entablado con mi gente en cada uno de los lugares visitados. Esta franca conversación ha reafirmado mis convicciones sobre la dura situación que encara la diáspora dominicana en los países de Europa en este momento, la que además de la nostalgia por los suyos y los pesares de la lejanía, enfrenta ahora la crisis económica europea, con un preocupante descenso en los índices de empleo y calidad de la vida, lo que afecta, sin lugar a dudas, los montos de las esperadas remesas que acostumbran enviar mes por mes a sus familiares en la República Dominicana.

Aun así, en cada lugar visitado fui testigo del desbordante entusiasmo de los dominicanos por nuestra candidatura. Cientos de ellos se daban cita en locales, aeropuertos, calles y barrios para escuchar nuestras palabras de aliento. El estrechar sus manos, recibir su abrazo, escuchar sus expectativas, compartir sus inquietudes y recibir la promesa de su voto solidario, me hace sentir orgulloso de mi determinación de llegar hasta ellos.

Llegué allí para hacerles ver que no están olvidados; que apreciamos en su enorme dimensión el sacrificio que realizan por ellos mismos, por sus hijos y por sus parientes dejados atrás, pero nunca olvidados. Este esfuerzo de superación rendirá sus frutos, y no habrá de sorprendernos si en un tiempo razonablemente corto, descendientes de emigrantes dominicanos resultan escogidos para importantes posiciones en los gobiernos o empresas de los países europeos que los reciben.

Aproveché, igualmente, para reafirmarles mi decisión de financiar el retorno a quienes así lo decidieran: planes de vivienda, solares, paridad en la seguridad social, un tratamiento justo en nuestras aduanas y cualquier otro incentivo que les garantice un retiro digno y humano.

Les manifesté mi decisión de propiciar que en cada consulado dominicano en el extranjero haya una representación auténtica de la comunidad a la que sirven, que ofrezca la protección y servicio a que los ciudadanos dominicanos son acreedores según la Constitución y las Leyes.

He considerado importante también durante este viaje, reunirme con autoridades que pudieran influir en el mejoramiento de la calidad de vida de los criollos en cada uno de los países visitados. La prospectiva de estos encuentros con líderes influyentes resulta muy positiva en la valoración y trato hacia nuestros connacionales. En este sentido pude conversar con ministros, alcaldes, legisladores, autoridades y líderes políticos de las diversas comunidades, quienes me manifestaron los progresos alcanzados por nuestra diáspora y con quienes discutimos las vías más expeditas para la integración de los criollos en las diversas comunidades.

Paralelamente, recibí importantes delegaciones de empresarios e inversionistas con intereses en la República Dominicana o con planes de invertir en ella, quienes me manifestaron su decisión de aprovechar un mejor clima de seguridad jurídica y un marco general más justo y equitativo, para implementar sus inversiones en nuestro país, deplorando, al mismo tiempo, la pérdida de esas garantías en el actual gobierno.

Este intenso periplo dejó, además, en evidencia el deficiente desempeño de nuestras autoridades diplomáticas y consulares en cuanto a la defensa y protección de los dominicanos, la valía de sus derechos fundamentales, el tratamiento justo en la aplicación de arbitrios y tarifas consulares y la apatía y desinterés de nuestro supernumerario servicio exterior de cara a sus connacionales.

Muchos testimonios confirmaron el ausentismo rampante de funcionarios de diversas misiones que cobran jugosos cheques sin ni siquiera vivir en el país en donde fueron asignados. Este mal, muestra de la corrupción administrativa y del clientelismo político, alcanza desde funcionarios de menor categoría hasta cónsules y embajadores.

Sin embargo, contra viento y marea, el voto de los dominicanos en el extranjero es ya una realidad. El empadronamiento y cedulación marcha bien, salvo contadas excepciones. Los comandos de campaña del Partido Revolucionario Dominicano y sus seccionales en el exterior trabajan a todo vapor. El respaldo que recibimos en nuestro viaje a Europa coincide o supera las tendencias del respaldo que recibimos en las encuestas nacionales de intención del voto.

El doctor José Francisco Peña Gómez, propulsor preclaro del voto del dominicano en el exterior y del estatuto de la doble nacionalidad, no vivió para ver el fruto de su propuesta, pero tengo la seguridad de que, en el más allá, mira con regocijo el entusiasmo de los dominicanos que se preparan para participar en la fiesta blanca de la democracia votando desde sus lugares de residencia en el extranjero en las elecciones del próximo 20 de mayo, para darnos la victoria que nos llevará al poder en el año 2012.

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