Pueblo dominicano:
Me
dirijo al país en un momento crucial para el destino de la República
Dominicana.
Lo haré,
como es mi costumbre, apegado a la verdad, con la esperanza de que mis palabras contribuyan a mejorar el
presente y a construir un mejor futuro para nuestras familias, a través del
trabajo honesto.
Los
ciudadanos dominicanos estamos obligados a escoger entre la esperanza y el
miedo; entre el orden y el desorden; y entre la seguridad y el caos.
Esa
elección significa hacer, de una vez por todas, los cambios que nuestra
sociedad necesita.
Por
supuesto, no es la primera vez que los dominicanos enfrentamos desafíos que nos
obligan a tomar decisiones trascendentales.
En
efecto, a lo largo de la historia, hemos luchado para hacer realidad esta
patria, sembrando nuestro suelo con amor, sudor y sangre, para cultivar nuestro
ideal libertario.
Hemos
sabido defender nuestra soberanía con coraje frente a agresores extranjeros,
todo ello en la esperanza de poder vivir en una nación justa y próspera.
Sin
embargo, hoy nuestro futuro está amenazado por una paradoja que ha sido creada
por un grupo encabezado por el Partido de la Liberación Dominicana.
Permítanme
explicar, con la franqueza que me caracteriza, en qué consiste esa paradoja.
Me
refiero a que, a pesar del crecimiento económico, la mayoría de la gente siente
en carne propia cómo la calidad de sus vidas se deteriora, empujada por la
corrupción, la impunidad y la inseguridad que nos afecta.
La
mayoría está agobiada por la falta de empleos y el irresistible costo de la
vida.
Todos
sentimos el miedo creado por la violencia, especialmente la violencia contra la
mujer.
Mientras
eso ocurre, nos sentimos indignados cuando un grupo nos estruja en la cara su
mal habida riqueza, y sus fortunas acumuladas sustrayendo la riqueza del pueblo
dominicano.
A esos
indolentes que se roban los recursos públicos, la gente les pregunta una vez
más:
¿Dónde está su proclamada vocación de servicio al pueblo?
Hasta
ahora, la hiriente respuesta de ese grupo ha sido la arrogancia, la ostentación
y la prepotencia.
La
desbordada soberbia de ese grupo le conduce a violar todas las normas
civilizadas, tanto las de la ley como las de la moral y la decencia.
Es oportuno
preguntar, ¿Qué tenemos que hacer para poner fin a esta desgracia y retomar el
camino del orden, de la decencia, de la ley, para convertir en realidad nuestra
esperanza?
Para
alcanzar ese objetivo, solo nos queda el camino genuinamente democrático: la
movilización de los ciudadanos.
Esa
movilización está llamada a marcar el comienzo de una transición necesaria para
lograr que la República Dominicana sea un país próspero y justo, como quiere la
gente.
Ahora
bien, ¿Qué significa la transición necesaria?
La
transición significa, en primer lugar, tener instituciones sólidas, integradas
por personas idóneas, honestas, independientes y con genuina vocación de
servicio.
La
creación de instituciones fuertes y transparentes garantizaría el cumplimiento
estricto de las Leyes y la aplicación del régimen de consecuencias que ellas
establecen.
Eso es
especialmente importante en el campo de la justicia.
Hoy,
todas nuestras instituciones están secuestradas por el Partido de la Liberación
Dominicana, que solo las usa para su beneficio particular.
En
segundo lugar, la transición consiste en la lucha decidida y frontal contra la
corrupción y la impunidad. El principio de tolerancia cero frente a esos dos
males debe ser un componente esencial de la transición.
Ese
combate contra la corrupción y la impunidad tenemos que librarlo, caiga quien
caiga.
En
tercer lugar, la transición tiene que garantizar la creación de oportunidades
para los proyectos e iniciativas que contribuyan a crear riquezas y mejorar la
calidad de vida.
Para tal
fin, se deberá enfatizar la creación de empleos de calidad, el aumento de las
exportaciones, el mejoramiento de los servicios de salud y educación y el
mejoramiento de la calidad de la vivienda.
Al mismo
tiempo, la transición tiene que
enfrentar, de manera efectiva, el crimen y la delincuencia para lograr la
seguridad ciudadana.
Por
último, la transición significa la promoción de la ciudadanía activa. En
efecto, de poco sirven las leyes y los proyectos de desarrollo si los
ciudadanos no participamos en la conducción de la cosa pública, en procura del
bien común.
Esa ciudadanía
activa tiene, obligatoriamente, que crear un ambiente de confianza entre los
partidos políticos, las instituciones públicas, la sociedad civil y los
movimientos sociales.
Sin
embargo, para hacer posible la transición, debemos trabajar para fortalecer la
calidad de nuestra democracia.
Para
eso, debemos crear espacios donde crezcan las virtudes de las ideas, se
afiancen las libertades públicas y se respeten los derechos económicos,
sociales y políticos del pueblo dominicano.
En
efecto, aunque la Constitución dominicana establece que nuestra nación es un
Estado Social y Democrático de Derecho, el PLD ha impedido el ejercicio pleno
de esos derechos.
Como
consecuencia de esa mala forma de gobernar, a más de la mitad de la población
se le niega el derecho a un trabajo digno.
Como
consecuencia de esa mala forma de gobernar, más de un millón de personas viven
en viviendas vulnerables.
Como
consecuencia de esa mala forma de gobernar, cientos de miles de dominicanos no
reciben los servicios de salud que requieren.
Como
consecuencia de esa mala forma de gobernar, a todos, sin distinción de clases,
se nos impide ejercer el derecho de vivir en un país seguro, y el derecho a
vivir sin temor.
Señoras y señores:
Todos
esos males han ocurrido a pesar de que los gobiernos del PLD han endeudado al
país de manera rampante e irresponsable.
En
efecto, expertos nacionales e internacionales han demostrado que la República
Dominicana dedica más del 50 por ciento del PIB al pago de la deuda externa.
Eso
constituye una grave amenaza para la sostenibilidad de nuestro desarrollo y
para el futuro del pueblo dominicano.
Revertir
esa dañina tendencia tendrá que ser una prioridad para la transición que
proponemos.
La
alternativa a ese endeudamiento improductivo y pernicioso es invertir los
recursos del Estado en los sectores productivos nacionales, y enfocar el gasto
para beneficio de la gente.
Un
sector que necesita de esa reorientación del gasto es el de nuestros jóvenes.
Para
nuestros jóvenes, la transición significará garantizarles un trabajo
digno.
También
significará tener el apoyo directo del Estado para que puedan formarse en
universidades y escuelas técnicas, y acceder al mercado de trabajo con equidad
de oportunidades.
A los
jóvenes que buscan hacer realidad sus proyectos como emprendedores, la
transición les dará todo el apoyo para hacer realidad sus sueños.
De igual
manera, a nuestra juventud la transición le garantizará la creación de espacios
para los deportes, el arte y la cultura.
Para la
mujer dominicana, la transición significa la garantía de un trabajo digno y
equitativo.
Para
ella, la transición debe ser sinónimo de la seguridad que necesita, de
oportunidades para capacitarse y trabajar, de facilidades para establecer sus
propias empresas y el derecho a ser tratada con respeto.
Para la
mujer dominicana, la transición servirá para enfrentar el drama de la violencia
que afecta a miles de mujeres dominicanas. Esa violencia, que ocurre cada día
en nuestras calles, muchas veces lleva inseguridad y dolor a los hogares.
Otro
importante sector que se beneficiará de la transición es el conformado por los
empresarios dominicanos.
Los
empresarios, tanto los grandes como los del pujante sector de las MIPYMES,
están llamados a ser parte esencial del proceso de la transición.
El apoyo
que dará la transición a nuestros empresarios tiene que ver con la
competitividad, el costo de la energía, la capacidad de innovar, la
sostenibilidad de las exportaciones, la calidad de los recursos humanos, la
aplicación de tecnología apropiada, y la seguridad jurídica.
A los
productores agrícolas, la transición les dará garantía para tener
financiamiento adecuado, seguridad del mercado, asistencia técnica oportuna, y
capacitación como forma de asegurar la rentabilidad.
La
solución que dará la transición a los problemas del mundo rural, además de
aumentar la rentabilidad de la producción, estará basada en un modelo de
desarrollo rural integrado, que sirva para mejorar la calidad de vida de los
pobladores rurales.
Siendo la
sostenibilidad del medioambiente y la preservación de los recursos naturales
fundamentales para nuestro desarrollo integral, ambos serán prioritarios en las
políticas públicas de la transición.
Una
problemática que la transición está llamada a resolver es la baja inversión del
gobierno en muchas regiones del país. Esa forma de distribuir el gasto público
está promoviendo el desarrollo desigual del país.
La
respuesta que daremos a esa situación es descentralizar el gasto público para
potenciar el desarrollo económico y social de todos nuestros municipios.
Esa
descentralización tiene que incluir, necesariamente, al sector de la vivienda.
Como
consecuencia del modelo de desarrollo que ha aplicado el PLD, en el país hay un
grave déficit de viviendas. Además, muchas de las viviendas en que habitan nuestros pobres son
vulnerables y precarias.
Para
solucionar ese drama, la transición iniciará un masivo programa de construcción
y mejoramiento de viviendas en todo el país. Ese ambicioso proyecto se realizará
con la participación del gobierno y del sector privado.
Para la
transición, la capacitación de nuestros educadores constituye una prioridad
insoslayable.
En
efecto, necesitamos formar estudiantes que amen el conocimiento, que hagan
preguntas, que busquen respuestas y que experimenten, de cara a los retos de
nuestra sociedad y a los desafíos del futuro.
También
es indispensable que eduquemos a nuestros jóvenes en valores cívicos y morales.
En ese sentido, la interacción de la familia, la escuela y las iglesias, está
llamada a ser vital en una auténtica revolución educativa que forme a nuestros ciudadanos del futuro.
Una
carencia fundamental en nuestra sociedad es la precaria calidad de los
servicios de salud que recibe una gran parte de la población.
Para la
transición, el punto de partida del mejoramiento de los servicios de salud es
el fortalecimiento de la atención primaria en los lugares donde vive la gente.
Esa debe
ser la puerta de entrada al Sistema de Seguridad Social.
Obviamente,
la calidad de los servicios de salud es inseparable del aumento sustancial de
los salarios y el mejoramiento de las condiciones de trabajo de todo el
personal de salud.
El
desarrollo integral de nuestro país requiere que el gobierno apoye, de manera
decidida, los deportes, las artes y la cultura.
Para tal
fin, la transición deberá proveer instalaciones y facilidades en todos los
municipios para que la gente pueda practicar deportes, aprender destrezas
artísticas, celebrar la riqueza de nuestra cultura y cultivar nuestra identidad
como dominicanos.
Un tema
que preocupa al país, de manera particular, es el de la migración.
El hecho
innegable es que, desde hace varias décadas, cientos de miles de dominicanos se
han visto obligados a buscar su bienestar en otras tierras. Esos hermanos
nuestros han hecho un gran aporte al desarrollo del país y de sus familias.
Igualmente,
la República Dominicana es receptora de numerosos ciudadanos de otros países
que han escogido nuestra patria como destino.
Esa
realidad nos obliga a un manejo coherente del tema migratorio.
Ese
manejo coherente debe descansar en la aplicación de las leyes que regulan la
migración en nuestro territorio.
Las
leyes y reglamentos que se promovieron en el gobierno que me honra haber
presidido, siguen siendo los
instrumentos idóneos para manejar la migración con respeto a la dignidad humana
y a nuestra soberanía.
Pueblo dominicano:
Como
dije al inicio de esta intervención, estamos compelidos a elegir entre la
esperanza y el miedo.
La
transición que acabo de proponer representa la esperanza.
Esa
transición es el camino que nos permitirá asegurar que nuestras familias tengan
una vida digna, próspera y segura.
Las
propuestas que acabo de hacer se sustentan en mi convicción de que, frente a
los retos que tiene el país, la indiferencia es moralmente inaceptable.
Esa
convicción, me ha servido para ser solidario, y trabajar sin descanso para
servir a los demás, especialmente a los más necesitados.
Esa
convicción, también me ha servido para poner los intereses del país por encima
de mis propios intereses.
Por esa
razón, he tomado la decisión de buscar la nominación a la presidencia de la
República en las elecciones del año 2020.
Esta
decisión la he tomado, no como un mesías, ni como una persona indispensable,
sino como un ciudadano que se siente en el deber de aportar su experiencia y su
honestidad a la búsqueda del bien común.
Para
alcanzar ese propósito, trabajaré para ganar, en primer lugar, la nominación
como candidato presidencial de mi partido, el Partido Revolucionario Moderno.
Estoy
decidido a participar en ese proceso con el espíritu de compañerismo que me
caracteriza.
A partir
de este momento, salgo a la calle a sembrar en el corazón del pueblo la
necesidad de hacer realidad la transición que el país necesita.
Salgo a
la calle a trabajar junto a los movimientos sociales y los ciudadanos para
mantener en alto las justas demandas de nuestro pueblo.
Salgo a
la calle a respaldar a los compañeros y compañeras del Partido Revolucionario
Moderno en sus aspiraciones para las elecciones municipales y congresuales.
Salgo a
la calle a trabajar para fortalecer al jóven y vigoroso Partido Revolucionario
Moderno, que ha logrado, con persistencia y coraje, convertirse en una
verdadera opción de poder.
¡Este es el momento para salir de los gobernantes indolentes!
¡Este es el momento para iniciar, juntos, la marcha que nos conducirá
hacia un país seguro, próspero y justo!
¡Dominicanas y dominicanos, este es el momento para que, tomados de las
manos, derrotemos la corrupción y la impunidad!
¡Que nos una la esperanza!
¡Que Dios nos bendiga a todos y a todas!