domingo, 10 de febrero de 2013

Necesaria unidad en PRD y urgencia democrática RD

9 Febrero 2013, 10:43 AM

Escrito por: Hipólito Mejía especial para El Nacional 

Como hombre público, como político, como ciudadano, como miembro de mi organización política, el Partido Revolucionario Dominicano, reconozco que mis actuaciones tienen consecuencias. La militancia que sigue a mi partido y que tiene su atención puesta en mí, espera que yo asuma con responsabilidad todo lo que hago.

 La adhesión, el voto o cualquier otra expresión de simpatía hacia mí o hacia mi partido tengo que asumirla con humildad y con inteligencia. Jamás puedo pensar que se trata de una patente para que yo o los míos hagan cuanto les venga en gana.

Por encima de nosotros está una sociedad compuesta por millones de personas, y una comunidad internacional a la que estamos integrados, de diversas formas, que también nos mira con atención. Quiero reflexionar brevemente sobre lo que ocurre en el Partido Revolucionario Dominicano. 

Quiero hacerlo despojándome de la indignación o de la rabia que han generado en mí y en miles de compañeros el comportamiento de algunos miembros de nuestro partido. Digo que la sociedad dominicana está por encima de nuestras pequeñeces.

Sostengo que el país y su deseo de cambiar el estado de degeneración actual en que nos encontramos, están más encumbrados que mis diferencias políticas con Miguel.

 Esto no tiene nada que ver con posiciones ideológicas o políticas personales. No creo que aquí esté en juego mi ambición de poder o la ambición de poder del presidente del partido. 

Ambos estamos obligados a colocarnos por encima de nuestros enconos, muchas veces generados por interpretaciones erróneas de decires, chismes o desacuerdos. 

Esto fue creciendo y estamos en el deber de ponerle un punto final. La madurez del PRD, que tiene más de 70 años de vida, debe elevarnos por sobre las liviandades, como siempre hizo nuestro querido y nunca bien valorado José Francisco Peña Gómez. Lo he dicho de muchas formas. 

Lo han dicho los demás compañeros dirigentes del PRD, gente con legitimidad, honorabilidad, tiempo en la política, que debemos superar las diferencias y permitir que sea la democracia la que se exprese a plenitud, sin cortapisas, sin mezquindades ni manipulaciones.

Entre las víctimas de esta situación el más afectado políticamente he sido yo, pues las actuales diferencias vienen desde la convención, y esto fue un elemento aprovechado por nuestros enemigos para llevarnos a una degradación política y derrota electoral, manipulando dinero e instituciones del Estado, sin que pudiéramos evitarlo.

 Las diferencias han dividido al PRD, a las propias familias de los perredeístas, y han llevado a un desgarramiento que ha sangrado personalmente a todos y nos ha puesto en grado sumo en la crítica del país. No aspiro a que esa situación continúe.

Estoy interesado en hacer cuanto sea posible para que superemos esta desagradable confrontación y vayamos a un PRD unificado, que se prepare a hacerle frente a un futuro inmediato lleno de desafíos e incertidumbres. 

He dado pasos que no dejan dudas de mi voluntad para que el PRD se reunifique, se ponga al servicio del país y cumpla con su deber patriótico e histórico de redimir a los más pobres y fortalecer las instituciones de la democracia, hoy en día tan defraudados los primeros y tan al servicio del monopólico y antidemocrático grupo del PLD, la segunda. 

Después de la convención del 6 de marzo del 2011 hice muchos esfuerzos para alcanzar un entendimiento, de carácter político e institucional, como debía ocurrir, y ser acompañado en la campaña por el presidente de mi partido. 

No fue posible, pese a que recurrí a los amigos comunes, a los amigos exclusivos de él, a su propia familia, a líderes del partido que simpatizaron con él en la convención, y hasta a la Internacional Socialista. 

Mi conducta ha sido reiterativa. He vuelto a enviar esta semana una carta a la Internacional Socialista. 

He hablado en los medios de comunicación con toda la sinceridad que me caracteriza, y aquí vuelvo a decir lo mismo: El país necesita a un PRD unido para salvar el proceso democrático, el pueblo pobre necesita al PRD, los perredeístas de todo el país ansían la unidad del PRD y volver a animarse para tratar de alcanzar el poder, que es nuestro objetivo fundamental.

 Se han presentado todas las fórmulas posibles. Hemos recurrido a la Iglesia Católica, a los principales obispos y representantes de la Conferencia del Episcopado Dominicano, al igual que personas muy cercanas al presidente del PRD, a petición nuestra o por voluntad propia, han formulado llamados o realizado esfuerzos para que se produzca un acuerdo factible, digno, democrático, que restañe las heridas, que conserve los espacios conquistados, y que se produzca en el momento que el ingeniero Vargas Maldonado estime conveniente.

 Nadie está obligado a lo imposible. En caso de que él entienda que no hay otra salida que la fragmentación, que la guerra fratricida entre hermanos, hijos de la misma fuerza política que tiene 70 años, respetaremos con mucha pena su decisión.

 El análisis que he hecho de mi responsabilidad y del tiempo que me queda en el activismo político, lamentablemente, no me permite cargar con una responsabilidad como la división de la más viril y democrática de las fuerzas políticas dominicanas.

 Reconozco que para el presidente del PRD, como he dicho que ha ocurrido con las familias de los perredeístas, este habrá sido un drama triste y difícil del llevar. 

Le animo, con toda sinceridad, a presentar su capital político y poner la entereza y carácter que le han caracterizado para llevar al partido que él preside al poder.

 El PRD es y ha sido la fuerza política más democrática de la RD. Intentar convertirlo en un partido vertical, cerrado, con patrones antidemocráticos o personalistas es un gravísimo error, que no ha sido posible en el pasado y que sostengo tampoco será posible en el futuro. 

Asumo, como lo han hecho miles de compañeros en los últimos meses, que la unidad tiene que ser inevitable. Quienes desaíren a los perredeístas y auspicien ciegamente la división, no merecen el respeto ni el honor de ser parte de la organización forjada por José Francisco Peña Gómez. 

Acojo de buena fe, sin ambiciones personales, la propuesta formulada por un grupo de compañeros para sustentar el diálogo, a la cabeza del cual se encuentra el distinguido doctor Nelson Espinal Báez, que cuenta con la anuencia o simpatías de la Iglesia y de grupos de amigos y que han sugerido un procedimiento para que vayamos a la mesa del diálogo. 

Rechazar la posibilidad de consolidar la fuerza política que nos ha hecho lo que somos, y que ha brindado al país los mejores y más democráticos proyectos y reivindicaciones sociales, es una forma de dar la espalda a las aspiraciones de redención de la sociedad dominicana, la patria de Juan Pablo Duarte, luminaria ejemplar que debe alumbrar nuestro camino hacia la prosperidad.

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