miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Le ganará Hipólito a Mejía?

En el PRD la lucha no se concentrará entre Hipólito y Miguel, sino entre Hipólito y Mejía. Dependiendo de quién triunfe se sabrá si Vargas Maldonado será o no el candidato de los blancos. Este ejercicio de ideas no pretende aparentar conocimientos de las luchas internas (o intestinales) partidistas.

Tampoco intento convertirme en politólogo, la profesión más común en Dominicana, donde los teóricos, en cada esquina, compiten con economistas y periodistas en sus afanes proféticos. Apenas aspiro a que estas líneas sean agradables para algunos lectores.

Hipólito y Mejía tienen personalidades tan distintas que provoca ganas de llorar. El primero es el Guapo de Gurabo, el que se emburuja con el pueblo; el segundo es el hombre de familia, el hijo del campo.

Hipólito tiene memoria de elefante. Conoce el nombre y los apodos de los ciudadanos de medio país, incluyendo sus ancestros, colaterales y descendientes. Está al tanto de los que nacieron y murieron. Le fascina husmear en la vida de cada cual, porque a Hipólito le encanta el chisme, pero ese chisme sano, que no daña, que entretiene al que lo averigua y a los comensales.

Hipólito es un experto tratando a los “tígueres”, es práctico, incasable trabajando, dice lo primero que se le ocurre, es un respondón por naturaleza, se considera un macho de verdad. Relaja con lo serio, creyendo erróneamente que todo le luce, lo que le ha perjudicado bastante. Tiene una intuición extraordinaria, conoce al bizco durmiendo y al cojo sentado y se ríe de los allantosos.

Cuando está en el cuadrilátero como boxeador, no le importan las reglas del juego, muerde al contrincante, le da patadas y si el árbitro se entromete también coge sus golpes. Y luego duerme tranquilo. Es complicado descifrarlo, con una frase puede aniquilar al contrario o arruinarse él mismo.

¡Ay, pero Mejía es muy diferente! Mejía es casero, ama de corazón a los suyos, valora la palabra empeñada y el honor, tiene un alto sentido del deber y de la responsabilidad, depende mucho de doña Rosa –su esposa-. Sufre en silencio el dolor ajeno, en especial el de los pobres. Le teme a Dios y a todos sus santos.

Mejía es tímido, está más cómodo sentado en aquella gastada silla de guano que en la de alfileres, prefiere el jugo de jagua al vino, su manjar preferido es un “vívere con compaña” y sus hijos y nietos son su más refrescante compañía.

¿Cuál de estas dos personalidades se impondrá en la lucha por la nominación presidencial del PRD? Creo que si Hipólito tomara en cuenta el ejemplo y los consejos de Mejía, los días de Miguel Vargas estarán contados. Pero, como quiera…


Periódico EL Caribe

Pedro Domínguez Brito es abogado
pdominguez@dominguezbrito.com

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