viernes, 9 de enero de 2015

Discurso integro del Presidente Hipólito Mejía el 8 de enero

Discurso integro del Presidente Hipólito Mejía el 8 de enero



Pueblo dominicano:
El inicio de un nuevo año nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre nuestras vidas a nivel personal y, sobre todo, en lo que respecta a nuestro futuro como nación.
Es a partir de esa reflexión que he ponderado algunos temas que considero relevantes para nuestra patria.
En los últimos meses, he recorrido palmo a palmo el país. He conversado con la gente, escuchando con atención sus quejas, temores e inquietudes.
De manera particular, he recorrido nuestros campos y he sentido de cerca la necesidad de nuestros productores agrícolas de tener acceso a las nuevas tecnologías, enfatizando en la investigación, la extensión y la capacitación, para fortalecer la base alimentaria del pueblo dominicano y exportar para generar divisas.
He visto el enorme deseo que tiene nuestra gente de progresar, y su compromiso con un mejor destino. Un destino que, estoy seguro, podemos construir entre todos.
Estoy convencido de que la mayoría de nuestra población necesita y quiere vivir en un país mejor.
Un país que nos ofrezca la oportunidad de alcanzar una vida digna en base al trabajo decente y honrado.
Un país donde las mujeres y los jóvenes reciban el apoyo necesario para desarrollar sus capacidades en un marco de equidad y respeto.
Un país que cuide a cada niño o niña con amor y le ofrezca la protección y el apoyo necesario para el desarrollo de sus potencialidades.
Un país donde los envejecientes sean protegidos y valorados con gratitud.
Un país donde la cultura, la recreación y los deportes sean espacios de encuentro, creatividad y esparcimiento para todos los sectores.
Un país solidario donde se enfrente la pobreza y la desigualdad, y en el cual se trabaje por el bienestar de todos.
Un país donde las personas con cualquier tipo de discapacidad encuentren las puertas abiertas para su inclusión a la vida productiva y social.
Un país donde el Estado de Derecho, la independencia y rectitud de la Justicia y el respeto a las instituciones, prevalezcan por encima de los intereses particulares de quienes detenten el poder.
Un país con instituciones y autoridades transparentes, que rindan cuenta y combatan la impunidad, sin dejar de sancionar todo tipo de corrupción.

Un país donde el crecimiento económico y la creación de riquezas vayan junto al desarrollo humano, la equidad y el bienestar social.
Un país donde los sectores productivos reciban el apoyo que necesitan para ser competitivos y crear empleos, a fin de que nuestros jóvenes y mujeres tengan la oportunidad de obtener un trabajo digno y decente.
Un país donde los ciudadanos se sientan seguros y protegidos de la amenaza que causan la delincuencia y el crimen.
Un país donde la gente no sea golpeada constantemente por el incremento del costo de la vida.
Un país donde tengamos la cobertura de los servicios de salud necesarios para que una enfermedad catastrófica no se convierta en una sentencia de muerte, especialmente para las familias de escasos recursos.
Un país donde se garantice la continuación de los esfuerzos que se han hecho para impulsar la educación, enfatizando, a partir de ahora, la educación para el trabajo, la educación para el desarrollo de la nación y satisfacer la demanda de recursos humanos que tienen los sectores productivos.
Un país que recupere su prestigio en el escenario internacional, mediante la eficiencia de su función diplomática y consular, sin dispendio ni favoritismo.
El diálogo con la gente me ha convencido de que la sociedad dominicana quiere que el gobierno que conduzca la nación a partir de agosto del año 2016, esté en manos responsables, honestas y solidarias que enfrenten con determinación los problemas estructurales del país.
En ese diálogo, también he percibido el temor de que en el año 2016 nuestro país vuelva a caer en las mismas manos de quienes lo saquearon en beneficio propio.
Fueron precisamente esas manos arrogantes e indolentes, distanciadas de los valores y principios morales que nos legaron los fundadores de la dominicanidad, las que abrieron la compuerta a la corrupción que hoy nos arropa y desangra como sociedad.
Esas mismas manos turbias fueron las que, irresponsablemente, privatizaron las empresas públicas.
Al cerrar esas empresas, que generaban miles de empleos, no sólo dieron una bofetada a la dignidad nacional, sino que también aumentaron la pobreza y dejaron desamparadas a miles de familias. Los justos reclamos de los trabajadores de los ingenios azucareros, son un dedo acusador contra ese crimen de lesa patria.
Una consecuencia irritante de esa negación de valores es el surgimiento de una casta de funcionarios, quienes no pueden explicar el origen de la fortuna que exhiben de manera desvergonzada y altanera.
Para impedir que esos corruptos ilustrados retomen el poder, debemos aprovechar la oportunidad que nos brindan las próximas elecciones.
Señoras y señores:
Nosotros, que amamos esta tierra, tenemos el deber imperativo de unirnos, para construir una nación donde nuestra gente viva mejor.
Para erradicar la delincuencia, la corrupción y la pobreza tenemos que ganar las elecciones del año 2016, a nivel presidencial, congresual y municipal.
Para eso es necesario articular una mayoría con la participación de los sectores políticos, empresariales, religiosos, sociales, sindicales y populares, así como la de los ciudadanos independientes, comprometidos con el bienestar nacional.
La unidad de todos los sectores del país es necesaria y urgente. No se trata de un desafío de una candidatura presidencial, ni de un problema exclusivo de un partido político.
Por eso, hago un llamado a la sociedad, a los partidos políticos, a los empresarios y profesionales, a ponernos de acuerdo para sacar al país de la encrucijada a la que ha sido llevado.
Debemos integrar una boleta electoral que reserve un lugar especial a los mejores hombres, mujeres y jóvenes, representativos de esos sectores.
Estoy seguro de que así vamos a ganar la Presidencia de la República, la mayoría en el Congreso y la mayoría de las alcaldías municipales.
Señoras y señores:
El país sufre una grave crisis moral.
Parecería que mucha gente ha llegado a la conclusión de que hacer las cosas bien no tiene méritos, que no vale la pena para nada.
La corrupción no muestra límites.
Jamás en nuestra historia la corrupción alcanzó un nivel de impunidad tan alto.
Eso constituye una seria amenaza para nuestra democracia y para la paz social.
Nuestras instituciones están secuestradas.
El control que tiene un sector del PLD sobre los poderes públicos, desconoce el sentido de pluralidad y equilibrio que debe caracterizar una genuina democracia.
En ese escenario, tengo el deber de aportar lo mejor de mí, poner toda mi capacidad de trabajo y mi experiencia, para contribuir, con la firmeza y decisión que me caracterizan, a poner en práctica una agenda consensuada que haga realidad el país que la gente quiere.
Una agenda inspirada en los ideales de justicia y patriotismo del fundador de la República, Juan Pablo Duarte, cuyo natalicio conmemoramos este 26 de enero.
Al igual que Duarte, estoy convencido de que los municipios son la unidad territorial desde la cual se debe gestar el desarrollo integral del país.
He propugnado y lo seguiré haciendo, por la descentralización administrativa mediante el fortalecimiento de los gobiernos municipales y la distribución equitativa de la inversión pública para que los beneficios del desarrollo alcance a todas las provincias.
Comprometido con la tarea de hacer un gobierno con todos y para todos, quiero anunciar con claridad, que participaré en la convención para elegir el candidato a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Moderno.
Como es mi costumbre, estaré siempre apegado a la búsqueda de la unidad, al respeto de los principios democráticos y al espíritu de compañerismo.
Defenderé el derecho a elegir y ser elegido que tienen todos los compañeros y compañeras a participar en una convención libre y democrática.
La situación del país es, sin lugar a dudas, demasiado grave para cruzarme de brazos.
En lo más íntimo de mi ser tengo arraigado el deseo de dejar un legado a mi país, del cual mi familia y mis conciudadanos puedan sentirse orgullosos, hoy y en el futuro.
Dominicanos y dominicanas: ratifico ante ustedes mi fe, mi optimismo, mi creencia profunda en el país, y mi compromiso con la búsqueda del bien común que nos legaron nuestros líderes ya idos.
Ahí está la fuente de nuestra inspiración, sin distinción de partidos o de colores políticos, para hacer que la sociedad se levante, airosa y llena de fe en el porvenir.
Que Dios nos bendiga e ilumine a todos y a todas.
Muchas gracias.

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