Santo
Domingo, R.D.
30
de diciembre, 2016
Excmo.
Señor
Lic.
Danilo Medina Sánchez
Presidente
de la República Dominicana
Su
despacho.-
Honorable
Señor Presidente:
Reciba
mi saludo en ocasión de comentarle algunas reflexiones sobre un tema de
trascendencia nacional cuyo derrotero preocupa a mucha gente en nuestro país.
En mi caso particular se manifiesta en una pregunta que, de manera recurrente,
pasa por mi mente llenándome de una profunda preocupación.
¿Qué
pasará en el 2017 en Valle Nuevo?
Por
supuesto, lo de Valle Nuevo, en Constanza, no es realmente algo nuevo. Allí hay
una historia, construida por seres humanos de carne y hueso. Allí hay casas,
donde viven familias que sienten que ese es su espacio de vida. Allí hay
cultivos casi listos para ser cosechados. Allí hay animales de crianza, que
representan la alcancía de las familias campesinas. En ese lugar, además de
árboles, ríos y montañas, hay sueños y proyectos humanos que merecen ser
tomados en cuenta.
Esos
sueños y proyectos tropiezan con la Resolución número 14-2016 del Ministerio de
Medioambiente y Recursos Naturales. Esa Resolución dispone la prohibición de
las actividades agropecuarias, los asentamientos humanos y el control de la
infraestructura y el agua, otorgando un
plazo de 120 días para su aplicación. Es decir, que a partir de ese plazo, en
Valle Nuevo existirá un estado de excepción.
¿Significa
esto que, vencido ese plazo, el Ministerio de Medioambiente destruirá los
cultivos sembrados que se cosecharían después de esa fecha? ¿Serán eliminados
los animales de crianza de los agricultores? ¿Podrán los niños de las
comunidades de El Castillo y Río Grande continuar asistiendo a las escuelas
ubicadas en esos poblados? ¿Serán derribadas las iglesias que existen en esas comunidades? Y, lo más
importante, ¿Adónde irán a vivir, a partir de esa fecha, las personas que allí
residen?
Para
entender ese drama, permítame repasar el contexto de la realidad de Valle Nuevo.
El
Parque Valle Nuevo, ubicado en terrenos de las provincias Azua, Monseñor Nouel,
San José de Ocoa y La Vega, con sus 910 km2, tiene una función ecológica de
vital importancia. En efecto, sus elevaciones vierten agua en tres cuencas
hidrográficas: la del Nizao, Yaque del Sur y Yuna, lo cual lo sitúa como un
espacio natural de un valor estratégico vital.
Este
parque, al igual que la mayoría de las áreas que forman parte del Sistema
Nacional de Áreas Protegidas de nuestro país, se encuentra sometido a diversas
presiones, ocasionadas principalmente, por la existencia de comunidades
ubicadas dentro de su área núcleo y en las áreas periféricas.
En
Valle Nuevo, según el censo del 2005 habitan, aproximadamente trece mil novecientas
personas. Se estima que la mayoría de las comunidades y propietarios ya estaban
en ese lugar antes de su declaratoria como Parque Nacional, en el año 1996.
Luego
del Decreto que le da su estatus actual (233-96), se han tomado acciones
importantes para el manejo integral de este Parque, tales como la Evaluación
Ecológica, presentada por la Fundación Moscoso Puello, en el año 2002, y otras
iniciativas encaminadas por las fundaciones Propagas, José Delio Guzmán, Pronatura,
SOH Conservación y The Nature
Conservancy, entre otras, así como el Plan de Manejo realizado por el
Ministerio de Medio Ambiente en 2010; y el Plan Operativo Anual (POA) para la
ejecución del Plan de Manejo.
Estas
iniciativas, en su conjunto, persiguen poner en marcha estrategias e
indicadores para dar cumplimiento a los
objetivos de manejo y solucionar los problemas identificados, para garantizar
la sostenibilidad.
Sin
embargo, a pesar de la existencia de planes de manejo, sus recomendaciones no
se han implementado de forma eficaz. Más aún, los actores clave no han sido
capaces de establecer un sistema integrado que asegure una relación
armónica entre el ecosistema y las
actividades económicas.
En
efecto, la falta de una gestión óptima del parque, por parte de las entidades
con mandato legal, ha generado un uso inapropiado del área, provocando una
degradación ambiental progresiva de la misma.
Una
respuesta a esta deficiencia gerencial debería ser la formulación de un nuevo
plan estratégico que incorpore a las familias involucradas al desarrollo
sustentable del área, al tiempo que garantice la conservación, tal y como
establecen las estrategias más modernas sobre manejo de espacios naturales
protegidos.
En
este sentido, estoy firmemente convencido de que un manejo sustentable del
Parque de Valle Nuevo puede significar un factor dinamizador de nuevas formas
de desarrollo en las comunidades del entorno del parque. Esto supone un equilibrio estable entre el
desarrollo de las actividades productivas de Valle Nuevo y aquellas propias de
la conservación.
Como
Usted bien sabe, en nuestro país existen varias experiencias novedosas,
alentadoras y exitosas en el manejo de áreas naturales donde hay conflicto de
uso. Tal es el caso de la comunidad de Los Martínez, ubicada en la cuenca media
del Río Ocoa. Allí, desde los años 80 se ha estado aplicando una metodología apropiada,
con procesos productivos sustentables y la protección adecuada de los
ecosistemas.
Similar
experiencia se ha tenido en el Plan Sierra, implementado en la comunidad La Celestina, de San José de Las Matas, el
cual se inició en 1979 bajo el liderazgo
de monseñor Roque Adames. Allí, a través de planificaciones estratégicas bien
ejecutadas, se ha logrado la integración de estas áreas y de las comunidades
hacia un desarrollo sostenible, asegurando la protección del medioambiente y el
desarrollo de actividades productivas sustentables.
Vale
destacar, igualmente, la exitosa experiencia de la fundación Sur Futuro,
dirigida por la señora Melba Segura de Grullón, que promueve diversos proyectos
de desarrollo en la región Suroeste del país, los cuales presentan un saldo
ecológico favorable en una de las zonas más vulnerables de nuestra geografía.
Estas
consideraciones preliminares nos llevan hacia una pregunta inevitable: ¿Qué
hacer, entonces, en Valle Nuevo?
Lo
que ocurre en Valle Nuevo es un caso que ilustra muy bien lo que sucede cuando
el Estado se ausenta de forma irresponsable y luego reaparece de forma
represiva. La experiencia dominicana nos ha demostrado que, como resultado de
esa conducta, se obtienen frecuentemente resultados contrarios al objetivo que
se persigue.
En
cambio, tal y como lo plantea la ciencia, la gobernanza de los recursos
naturales, debe contar con la participación de todos los actores, es decir,
autoridades, productores, investigadores, ONG´s y la comunidades, cada quien
cumpliendo con su rol.
Tengo
la certeza que cualquier solución satisfactoria al conflicto del Parque de
Valle Nuevo debe estar ligada a la incorporación de las comunidades
involucradas a los planes de desarrollo del parque.
La
experiencia me lleva a plantear que el
desafío en Valle Nuevo consiste en armonizar el uso productivo de los recursos
naturales con la preservación. El camino para la consecución de este objetivo debe
ser el diálogo entre todas las partes.
Este
diálogo debe derivar en compromisos a fin de articular programas específicos de
recuperación natural, reforestación, prevención y control de incendios, así
como el control biológico de plagas y enfermedades. Este esfuerzo debe
complementarse con el establecimiento de programas de educación para agricultura
en zonas frágiles, que sirva de experiencia y como modelo para ser aplicado en
zonas similares del país.
Educar
a las comunidades en nuevas prácticas sostenibles de uso de los recursos
naturales es la vía más idónea y duradera que se puede tener para garantizar la
conservación y manejo económico de nuestros recursos naturales.
Señor
Presidente, hagamos que el año nuevo sea una buena noticia en Valle Nuevo;
pongamos a la gente a trabajar juntos, en armonía con la naturaleza y en
beneficio de todos.
Al
agradecer la amable atención que presta a estas líneas, reciba en este fin de
año mis mejores deseos de salud, paz y felicidad para Usted y su distinguida
familia, y que el Todopoderoso le acompañe siempre para tomar soluciones justas
y armoniosas en beneficio del pueblo dominicano.
Muy
atentamente,
Hipólito
Mejía
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